UN DIPUTADO MAYOR DE GOBIERNO Y SUS COSTALEROS
Aun no sé que ha visto Antonio en mí para entender que yo tengo algo
que interés para contar invitándome a escribir en su blog. No es falsa
modestia, es un hecho cierto que mi trayectoria en el mundo cofrade no tiene
enjundia, no me viene de cuna.
Para quien no me conozca, en la actualidad y desde el 2012 recae
sobre mí la responsabilidad de ser el Diputado Mayor de Gobierno de la Hermandad y Cofradía de
Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la
Salud y María Santísima de las Angustias, Los Gitanos de
Madrid. D. Julio Cabrera depositó en mí esa confianza, teniendo tan solo como
mérito mi paso por la diputación de juventud de la Hermandad, pese a mis reticencias
y las dudas sobre mis capacidades que yo aun hoy sigo teniendo.
Por lo demás y siendo como es este, un blog que eminentemente trata
el mundo del costal, confesare que el mismo no me atrae en absoluto. Pero me ha
invitado a escribir y para mi es todo un honor, así que vámonos de frente.
Puestos en situación, solo puedo hablar de lo que se, que además es
poco. Os traslado al mes de enero de 2013, encarando la Semana Santa.
Mi primera Semana Santa con tanta responsabilidad. El reto para mí en
esos momentos era inabarcable, la lista de asuntos a controlar cuasi infinita y
la experiencia en el cargo, nula. Y entre las cuestiones importantes, entended
la ignorancia de un simple nazareno, tratar con esa masa de irreductibles e
indomables cofrades, tratar con los costaleros. Veo a una cuadrilla
de costaleros en conjunto, como una pata mas, imprescindible como todas las
demás, del banco de conforma una Cofradia y estando por si mismo integrados en
la misma. Asumiendo la responsabilidad de mi puesto, entiendo pues, que la
relación con todos ellos debe ser directa y estrecha. Mi primer pensamiento fue
acudir a todos los ensayos que me fuera posible y poder así aprender, escuchar y
empaparme del mundillo. Dicho y hecho, madre mía que frio pase en las mañanas
de enero y febrero. También era importante dejarme ver y ser escuchado, siendo
nuevo en esto, que se me conociera. Con el permiso a los capataces pude esbozar
un pequeño discurso de intenciones en uno de los ensayos. El silencio respetuoso
con el que se escucho mis palabras fue la primera señal premonitoria.
Y llego el día de autos, el Miércoles Santo. La climatología
protagonista un año más, manteniéndonos a todos en vilo hasta la decisión final
del Cabildo de Oficiales de salir a la calle. Ese día, “el único que trabajo”,
la responsabilidad es enorme y la necesidad de ayuda es infinita. Y aquí fue donde
aparecieron mis costaleros. No hablaré del trabajo realizado esa noche de luna
llena bajo las
trabajaderas, eso lo dejo para los entendidos y para los fieles que
lloraban de emoción al ver marchar a los pasos.
Despejándome muchas dudas, esa gente del costal estuvo siempre
disponible, siempre atendiendo mis llamadas de ayuda, aceptando, asumiendo y
entendiendo con humildad las novedades y las ordenes por mi dadas. En
definitiva, vi como acataron y respetaron mi trabajo, ganándose con ello y para
siempre mi respeto. Que podía esperara si hay gente muy buena ahí abajo.
Ese día, terminé de entender que merecen que yo me esfuerce en hacer
bien mi trabajo.
Carlos Elipe Pérez
Agosto 2013
Ole!
ResponderEliminarDar la gracias a Antonio por dejarme participar en su blog, como ya he dicho, ha sido un placer y un honor.
ResponderEliminarCarlos, enhorabuena por este artículo tan emotivo.
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